Libertad como concepto abstracto,
supone una elección en un proceso mental
sin la presión de necesidades personales
o de otros factores.
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Es difícil hablar con propiedad de la libertad, sobre todo considerando que todo el mundo habla de ella; libertad para elegir, libertad para salir, libertad para volver, libertad para comprar, libertad para comer, libertad para decir, libertad para hacer, libertad para sentir, libertad para escribir, libertad para leer, libertad para crecer, libertad para..., es difícil.
Cuando nos referimos a la libertad humana, lo hacemos en un sentido relativo, ya que el ser humano se encuentra limitado por su propia naturaleza.
Más aún cuando estamos tan condicionados en nuestro actuar, en nuestro hacer, decir y sentir; por la familia, la social, el consumo, los medios de comunicación, etc.
La libertad está íntimamente vinculado al del autodominio.
El autodominio implica ser señores de nosotros mismos, como decía Séneca, “ser capaces de gobernarnos”, de hacer lo que verdaderamente deseamos a medio y largo plazo, a pesar de que para lograrlo tengamos que renunciar a cosas más atractivas en ese momento o hacer un gran esfuerzo.
Esto no resulta siempre fácil. Implica el control de los impulsos, tendencias, necesidades instintivas, etc., además de una alta capacidad de juicio crítico que nos facilite ver con claridad la situación en que nos encontramos al margen de todas las influencias a las que inevitablemente nos vemos sometidos por el medio ambiente en que nos desenvolvemos.
La voluntad, por último, sería una herramienta imprescindible del hombre libre, ya que sin ella, éste no es capaz de llevar a cabo las acciones que se propone, siendo vencido en su empresa por la incapacidad de realizar un esfuerzo o por la dependencia que mantiene con necesidades a las que no es capaz de renunciar.
